Brad Anderson, director de El maquinista (The machinist, 2004), vuelve por cuarta vez a Sitges con su último trabajo. Vanishing on 7th Street (2010) es la película que en este año mas me ha irritado. Aparte que su cadencia es desesperante, que cada acción y decisión va precedida de mil tropiezos y cientos de lágrimas y quejidos (totalmente agotador), es la estupidez de sus personajes lo que mas urticaria me produce. Idiotas, son muy idiotas porque Brad Anderson así los ha hecho. Son tan idiotas que pueden llegar a producir asfixia al espectador mas paciente. En este relato de terror la oscuridad absorbe el alma de las personas y sabemos desde buen inicio que aquellas sombras que se hacen pasar por las familiares desaparecidos de los protagonistas son siempre trampas mortíferas de la oscuridad, entonces, porqué los pocos que quedan vivos, caen una y otra vez en el equívoco de pensar que es la persona querida viva que les llama hacia el rincón mas oscuro de la pantalla. Ese es el único recurso que tiene Brad Anderson para crean situaciones de tensión, igual que un disco rayado. Os aseguro que ya no sabía como estirarme la piel de la cara para contrarrestar tanta tontería, menos mal que al final a uno se le ocurre que podrían hacer fuego (están sin baterías en las linternas desde el principio pero ALELUYA, el mechero funciona bien= 2 + 2 son 4, hagamos fuego para tener luz). Pero que le vamos a hacer, las cosas son como son.
John Leguizamo, está herido y tiene constantes dolores de cabeza.
Cada vez que avanza un metro necesita dos minutos de metraje
La otra propuesta yanqui del día ha sido el pequeño cambio de rumbo de James Wan, director de Saw (2004), que presentaba Insidious (2010). Historia de casa encantada con persona poseída que en su primera hora cumple su función a la perfección. Sorprende el dominio de Wan con los tiempos y los puntos de vista. La sensación de ver cine clásico de terror es mas que presente y los gritos y el suspense acompañan cada plano. Y aunque Wan se apoya una y otra vez en el golpe sonoro para crear el susto, la verdad es que consigue que la atención siempre se vaya hacia la idea opuesta donde surgirá la sorpresa. Un gran divertimento, una buena montaña rusa que se estrella estrepitosamente en su recta final (los últimos 30 minutos). Todo el buen gusto desaparece y es sustituido por un maquillaje excesivamente pobre en los fantasmas - especialmente en el demonio -. El ritmo se vuelve tosco y el recurso del sonido para impresionar acaba cansando, los elementos del guión siguen siendo atractivos hasta el final, pero la mano del realizador se vuelve torpe llevando la calidad del film a un nivel demasiado bajo para seguir teniendo cierto respeto por la historia. Toda una lástima, porque hasta dicho punto era un film fantástico.
Fantasmas a lo R.L. Stine en Insidious
Para aquellos que sienten que han tenido un coito interrupto con Insidious, os recomiendo que busquéis y os acerquéis a la genial The Sentinel (1977), que sin tener semejanzas argumentales con Insidious, comparten tonos e ideas formales, pero en el caso de ésta última con una resolución absolutamente antológica en el cine de terror. Una de las joyas desconocidas de las setenta.
Fernando Pomares
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