M. Night Shyamalan sigue su carrera cinematográfica sin traiciones ni concesiones, en esta ocasión plasmando en imagen real la serie de animación Avatar: El último Airbender, todo un éxito en Estados Unidos. La serie es un manga hollywoodiense que emula una especie de Dragon Ball siguiendo los pasos del viaje del héroe. Serie estructurada en tres temporadas, una por elemento de la naturaleza que su protagonista tiene que aprender, y de la cual Shyamalan quiere reconstruir en trilogía cinematográfica. Airbender: El último guerrero (The Last Airbender, 2010), es el primero de los tres capítulos de esta historia.
Noah Ringer, extraordinario protagonista del film
Es muy difícil definir esta película, simplemente porque no está acabada. A diferencia de trilogías como Star Wars o El señor de los anillos, donde cada parte de sus tres era, aunque dejando cabos sueltos, autoconclusivas en sus tramas y subtramas, The Last Airbender es una pieza incompleta que solo deja ver parte de su dibujo. Radicalmente esencial, incluso por un metraje que podría parecer saqueado en la sala de montaje, el film de Shyamalan solo nos muestra el núcleo narrativo de cada diálogo y de cada escena, no hay introducción ni desenlace, todo está precedido y concluido por pequeñas elipsis, eso produce una sensación extraña de no narración donde poco a poco se va formando un sentimiento de esencia y trascendencia. Podría decirse que este film es únicamente la introducción del héroe que decide asumir su rol, un héroe que es filmado con distancia y respeto y del cual poco conocemos hasta el final del film para darnos a entender realmente su drama interior. Pero en este proceso de depuración narrativa encontramos un bloque, la segunda mitad del segundo acto, que por un exceso de querer contarnos hechos - y no emociones - la poética del film se resiente de los tópicos estéticos y de estilo cinematográfico del cine de aventuras, momentos donde la atención del espectador que andaba sumergido en la verdad del relato vuelve ante una pantalla y su proyección.
Por otro lado la elección del elenco actoral es fabulosa. Aunque hay momentos de inverosimilitud interpretativa, como sucede en las interpretaciones cada vez más bressonianas del cine de Shyamalan, también, de manera bressoniana, encontramos momentos donde una mirada, un rostro o un gesto nos llenan por su verdad, especialmente en el joven y complejo villano Dev Patel y el niño virtuoso Noah Ringer.
Fotograma de The Last Airbender
Mucho hay que decir de esta película que esperemos pueda concluir Shyamalan y sepamos cuales son los propósitos que tiene con ella, pero tan solo por el placer cinematográfico que contienen algunos momentos de este primer capítulo merece la pena, como el clímax del film donde resolución de la trama y presentación del protagonista comparten escena, o el levantamiento de los maestros de la tierra junto al protagonista. La banda sonora de James Newton Howard nuevamente es rica y compleja, y da profundidad a los planos secuencia llenos de artes marciales que exentos de sonido narrativo y llenos de música se cargan de una dimensión que nos eleva a otro nivel, nunca antes me había emocionado tan solo con ver los movimientos marciales, puesto que nunca nadie me había mostrado dichos movimientos como una forma de comunicar los sentimientos que uno no puede expresar con la palabra.
Fernando Pomares
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