Aunque son de un total innecesario los remakes, siempre y cuando nos ceñimos a remake como una mimesis de su original - que suelen ser la mayoría de los casos -, en ciertas ocasiones existe una accidental cualidad bilateral: tenemos la malintencionada opción de la comparación. Y si su original es una obra menor que por el tiempo y la nostalgia ochentera (enmarcada en el género para adolescentes) se le ha dado una dimensión de clásico, ahora podemos ahondar en los verdades rasgos, y comprenderlos con más claridad, que hacían de aquella película juvenil una obra superior a tantas otras que la rodeaban.
Publicidad de la gran muralla china en medio de la película
Más allá que esta coproducción chino-estadounidense es un spot de la nueva y maravillosa china clásica y trascendental, y es uno de los principales motivos de su existencia como película, el film, de presupuesto muy superior a la original, respeta la narrativa, el buen ritmo y ciertas esencias de la original que hacen de The Karate Kid (2010) una película correcta y agradable de ver, aunque sus dos horas y cuarto son excesivas. Eso no exime que el gran error de la película sea su pilar central, Jaden Smith (hijo de Will Smith). Al respetar la trama original al 100% se convierte en si misma en un absurdo. ¿Qué tiene que ver este niño engreído, con trencitas en el pelo que camina como un vacilón maleducado, con el adolescente aún no desarrollado que interpretaba Ralph Macchio en el original? Hay una total imposibilidad de empatizar con Jaden Smith, pues este niño con tintes de rapero de treinta años en minúsculo no tiene la capacidad de ser reflejo de la soledad del adolescente que hemos vivido todos, en cambio, Daniel Larusso, personaje original, siempre con los pantalones por encima del ombligo y con las combinaciones de camisa más horrendas que se pueda imaginar, torpe, en bicicleta en un mundo de motos adolescentes, con una madre cariñosa - no estúpida e histérica como la actual - que aún le trata como a un niño pequeño, tenemos los elementos suficientes para querer ser adultos con la imposibilidad de serlo. Ya no mencionar la tontería, que no tiene otro nombre, de la subtrama de amor entre la china violinista y el protagonista en la nueva versión, con bailecito semi-sexual en la sala recreativa, de vergüenza ajena.
Pero no todo es negativo, Jackie Chan, el nuevo maestro Miyagi, da peso y credibilidad a todo el resto que le rodea. Inteligente, Chan, decide darle un tono distinto al original. Ese simpático señor Miyagi lleno de un humor personal que a mitad de la película nos mostraría la tristeza que un hombre tiene que llevar toda su vida, aquí Jackie Chan carga de dramatismo contenido a su personaje, y en una explosión emocional en el clímax de su trama hará un recital interpretativo que no habíamos visto hasta la fecha en el actor. Incluida, también, una escena fantástica al más puro estilo Chan donde las acrobacias y el humor mezclado con el kung fu brillan por si solos como ya nos suele tener acostumbrados.
Fotograma de The Karate Kid
Si es cierto que el trabajo físico de Jaden Smith es más espectacular y verosímil que el de su predecesor, al igual que muchas secuencias están filmadas con mayor soltura y más medios, pero es también en esta búsqueda de lo externo donde vuelve a perder la batalla la nueva The Karate Kid. Es en la relación de los personajes, y en las emociones que estos demuestran en sus pequeñas acciones, donde reside el karate, y John G. Avildsen, director de la original, se esforzó en hacerlo así.
Si veis el remake, haceros un favor, y revisionad la clásica. Será toda una lección.
Fernando Pomares
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