sábado, 21 de agosto de 2010

El secreto de Kells: El niño y el inconsciente

Las sociedades modernas están dotadas - por imposición personal - de una constante búsqueda del confort, se huye del dolor y de aquellos elementos que irrumpen la paz, intentando así, mantener estable, algo llamado bienestar. La vejez estorba y la sociedad se encarga de esconder a los ancianos en centros donde no molesten a las familias, de esta forma las vacaciones y las risas familiares no se ven estorbadas por la torpe presencia del moribundo, que a su vez fue padre y que en su momento es abuelo. Intelectualmente hablando, la nueva literatura infantil está adornada por eufemismos, poesía barata, y una carga de buenas intenciones que huye de la violencia, los defectos, la rabia, la culpa, la muerte y por tanto de lo que en parte es la vida. Los clásicos cuentos de hadas, cargados de aparentes absurdos - potenciadores del inconsciente - plantean frontalmente al niño cuestiones vitales, como la vejez, la muerte, la enfermedad, el peligro, la venganza, la culpa, el castigo, el aprendizaje, etc, cuestiones que dan al lector una perspectiva y una preparación para en un futuro asumir los nuevos retos que le proporcionará la realidad.

La fuente de las letras en el secreto de un árbol

En El secreto de Kells (The Secret of Kells, 2009) de Tomm Moore y Nora Twomey, se agradece la centralidad de las cuestiones adultas que construyen esta película. El destinatario de este film no es otro que el niño - eso no exime que un adulto pueda disfrutarla -, y este factor ensancha enormemente las intenciones simbólicas y narrativas de esta pequeña e ilustrativa - nunca mejor dicho - obra. Porque aunque El secreto de Kells es una historia hasta cierto punto realista y con detalles históricamente verosímiles, no deja de ser un proceso de aprendizaje abstracto para el niño.

El abad, figura que representa el super yo de Brendan

Aunque para mi gusto es excesivo el diseño artístico de cada plano, éxtasis estético que ensombrece muchas de las otras virtudes de la propuesta, la calidad de cada plano - ilustración - es asombrosa. Considerar también su banda sonora, del granBruno Coulais, al igual que en la historia, se introduce en la mente con sonidos y melodías poco concretas y una variedad de instrumentos y texturas que dan profundidad a las ilustraciones carentes de profundidad, pero que esconden en sus barrocos diseños todo aquello que un niño quiera dibujar en ellas.
El secreto de Kells es un viaje interior de niño a adulto a través de las intrínsecas vicisitudes del dolor y la muerte, y como el saber y las ansias de saber, es la búsqueda, en esta fábula platónica, para mantener el mundo iluminado. Es quizá su narrativa la que encuentro algo pobre en su primer acto, donde se nos introduce a Brendan, absoluto protagonista de la historia, y su cualidad de niño ante un mundo por delante, y donde dos figuras adultas (que representan freudianamente el ello y el super yo) producen un estira y afloja en las pulsiones y represiones del niño. Una vez llegamos al bosque y aparece el personaje del hada Aisling la historia cobra una dimensión que paso a paso crece y crece para concluir en un desenlace tan precipitado como sugerente convirtiéndose en aquello que por esencia es El secreto de Kells, un cuento de hadas que propone imágenes, ideas y sensaciones, pero que en ningún momento adoctrina, una obra abierta que sugiere a sus pequeños espectadores un mundo interior el cual descubrir.
Fernando Pomares

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