miércoles, 23 de marzo de 2011

Incendies, de Denis Villeneuve

Incendios que no queman

por Adrià Sunyol


Incendies (2010) es una película con una personalidad definida pero que, por su estructura compleja, estática y retorcida a un tiempo, trae a la mente algunas películas de Atom Egoyan, con las cuales también comparte el motivo del rastreo de los orígenes y el Made-in-Canada. Pero la complejidad de Incendies no es solo argumental. El film de Denis Villeneuve desorienta también por su facilidad por sorprender para lo bueno y para lo malo, ya sea migrando lentamente de un tono a otro, o complicando su evolución hasta extenuar la verosimilitud que, en un principio, parecía imprescindible para seguir su desarrollo dramático.



Saliendo del cine, la experiencia de Incendies, en el repaso global que la mente suele trazar mientras abandona la sala, resulta satisfactoria. Un drama, reconocemos mientras acabamos de ajustar las piezas del argumento que limpiamente encajan en el tramo final. Buenas interpretaciones, susurramos, seducidos tal vez por la belleza de sus dos protagonistas femeninas. Interesante, se aprenden cosas, concedemos al ponderar lo que parece un fiel reflejo del trauma individual y colectivo que los conflictos del Oriente Medio deben representar para sus víctimas. ¿Y pues? ¿De dónde procede esa sensación un poco insustancial que nos invade ante Incendies?


Puede que sea el resultado de un trabajo cinematográficament, visualmente, un poco insulso. Una buena idea aquí, un plano interessante allí, poco más. Intenciones un poco difusas tal vez, habilidad en la producción de efectismos elegantes pero uso recurrente de estrategias un poco fuera de contexto, como esas enormes tipografias rojas que capitulan una película bastante fluida y recuerdan el amor intertitulador de Godard, que parece haber contaminado todo el mundo francófono. Un lenguaje fílmico en resumen definible con un ni fu ni fa, pero que en qualquier caso destaca más por sus simples aciertos que por sus ocasionales tropezones.


¿De dónde pues, proviene la aparente indiferencia que se puede sentir ante Incendies? ¿Será el tema? ¿Estaremos sobrecargados de ficción abocada al drama humano que sabemos real, y del que tan poco sabemos por otros canales que no sean la parcial y asquerosamente fragmentaria prensa? ¿Nos estaremos hartando definitivamente de esta manera canónica de narrar? En su constante apelación a la empatia, Incendies conecta al espectador con sus personajes y sus miserias, pero cuando el tema tratado es tan apremiante, tan atroz, tan absurdamente atroz, todo lo que no inocule en el espectador un sentimiento más violento, más enérgico de revuelta personal ante la realidad que nos escupe continuamente a la cara, sabe a poco. Sobretodo cuando no nos queda el consuelo de la excelencia, del cine tan puramente perfecto que se basta por si solo. No es este último el caso de Incendies, una película interesante y hasta bonita para un tema que requiere al arte que lo trata grandes dosis de capacidad recalcitrante de crispar a los espectadores que, comodamente, asistimos al bombardeo de un país mientras el parlamento democráticamente elegido por nosotros lo aprueba con la mísera oposición de tres quijotescos escaños.


La metáfora en el incendio

por Fernando Pomares


Ya desde hace unos años, y quizá con la aparición en clave de homenaje de Zodiac (2007) de David Fincher, el estilo y mentalidad de cierto cine de los años 70 está volviendo con fuerza. Un cine que sin olvidar la narrativa clásica se apoya en fórmulas modernas para mostrar el relato, y a la vez, como pieza política, la película no sólo es un drama sino un ensayo sobre nuestra sociedad, un discurso que en su culminación se esclarece rompiendo el clasicismo para rebelarnos el significado de la obra.



Incendies (2010), escogida para representar a Canadá en los Oscars, podría apuntarse a ese resurgimiento fílmico. Una película muy sólida, que nunca juega en contra de su propuesta y lleva al espectador, con mano firme, por un thriller que te mantiene atento e interesado hasta los últimos minutos del metraje. Los problemas aparecen a medida que se descubren las cartas sobre la mesa, y podemos cuestionar ciertas decisiones y ciertos procesos con los que se han construido la obra.


La funcionalidad del relato paralelo para desembocar en una revelación me parece más de culebrón que intelectual, teniendo en cuenta el argumento en que se desencadena la historia (la cual no voy a contar). No sólo el simbolismo de la metáfora es infantil, sino que aparte podría ser cuestionable desde un enfoque moral. Por otro lado la película es un viaje hacia el origen de un conflicto, un proceso donde cada pista en una investigación te lleva más cerca de la verdad, y esa investigación se hace desde el presente para conocer el pasado. Por eso el hecho de mostrar el pasado para que cobre sentido el presente me resulta innecesario e incluso molesto. El subrayar las experiencias del pasado elimina el factor de ambigüedad, otorgándole al relato (de gran ambigüedad discursiva en el mundo real) un único enfoque y una tesis cerrada.



Es cuestión de matices lo que hace, a mi modo de comprender Incendies, un film mediocre, pero observándolo con una mirada técnica la película canadiense es impecable, tanto por su puesta en escena como en el montaje o la estilización de las imágenes. Pero también, tanta exactitud y tanta frialdad, convierten lo que en un principio es un sentimiento ahogado en un mero vacío emocional.

martes, 4 de enero de 2011

Mi top 10 del 2010: Series


Perdón por el retraso y publicar varios días después del fin del pasado año. Puesto que un número considerable de series son ya mejores que la mayoría de largometrajes que llegan a nosotros, considero importante tenerles un rinconcito y son merecedoras de ser comentadas.

Treme
Los creadores de The Wire, especialmente su guionista principal David Simon, nos adentran activando el modo documental en la realidad postKatrina en New Orleans. Nunca una ficción fue tan maravillosamente antidramática (hablando de su estructura y forma) en esta serie llena de verosimilitud y donde cuesta diferenciar el término personaje/personas. Creo que es una serie única, sin precedentes, y dudo que tenga sucesoras. Ante todo, una joya.


Boardwalk Empire
Seguimos en la HBO, como lo era la anterior. Ahora de la mano de Terence Winter (creador de Los Soprano) y Martin Scorsese. Historia sobre la relación de poder, política y mafia en el Atlantic City de la Ley Seca. Serie de grandioso presupuesto que por lo contrario no ostenta de él. Un relato que lentamente, como un cáncer, corroe las entrañas, sin darte cuenta (incluso cuando descubres que ya se acaba la temporada) lo corroída que está la gente estadounidense a través de sus políticas, sus culturas, sus creencias, y por supuesto su historia y su devenir, y por lo tanto lo corroído que estás tú mismo. Fabulosa.


How to make it in America
Si menciono esta serie es porque disfruté enormemente de ella, aunque considero que no está a la altura del resto de la lista. Es de una calidad innegable, pero es interesantísimo este nuevo formato de dramático/cómic de 25 minutos, a lo Californication, Entourage o Weeds. Pero en How to make it in America, con ese toque tan cinematográfico, aún mayor que en Entourage, se separa de sus predecesoras para dar al público una bocanada de aire, televisión de altísima calidad (podríamos hablar de cine), con dramas menores sin recurrir al exceso para atrapar audiencia.


The Walking Dead
Sería injusto no mencionar este extraordinario divertimento de AMC (cadena de Mad Men), que poco a poco, copiando la formula de la HBO, pero bifurcando hacia lo populista, están construyendo series de mucho valor. El problema, y me gustaría que no sucediera con esta serie, es que no diseñan las series por su valor narrativo, sino por su éxito en el público. Espero que no tengamos muertos andantes hasta que se canse la gente, como podría pasar con la gran Mad Men, que temporada a temporada repiten fórmula hasta que ésta se agote, en vez de tener un diseño narrativo fuerte e invariable. Con todo ello, The Walking Dead es drama, adrenalina, acción y aventura. ¿Qué más se le puede pedir al fantástico/terror? Pues qué esté tan bien hecho como The Waling Dead.


Sherlock
De los creadores de Dr. Who llega, a mi entender, lo más grande de la temporada. 3 películas de hora y media en formato serie y sin resolver (final abierto para proseguir en la próxima temporada que ya se está rodando). Sherlock pone en nuestros días, actualizándolo, pero sin perder identidad en lo más mínimo, al detective privado más importante de la historia. Tanto él, como Watson, como todo el elenco es extraordinario. El ritmo frenético, sus diálogos vertiginosos (quizá demasiado para algunos lectores de subtítulos). Si cada episodio fuese exhibido en el cine sería un éxito. Me faltan adjetivos para remarcar el sumo placer que sentí viendo Sherlock.


Downton Abbey
Al igual que Sherlock, también de la BBC, esta serie que ya prepara su segunda temporada. Formato inglés de 6 episodios de casi una hora cada uno, donde recuperan la fórmula de la mítica Arriba y abajo. La vida de la aristocracia inglesa a través de los señores y los criados. Cuando la BBC hace historias de época no hay quien la iguale, no hay ni un solo pero en ninguna de las decisiones de esta serie. ¿Es buena? Indeed, es exquisita.


Luther
Para cerrar el trío de la BBC tenemos Luther. Policíaca, asesinos, personajes turbios. Siguiendo un poco la estala de Wallander, y con un toque muy leve a lo Dexter, Luther gira la tortilla a la fórmula de los seriales de asesinatos. No importa saber quien es, porque siempre lo sabemos de antemano en cada episodio, sino el proceso del crimen y como afecta éste a nuestro protagonista, el inspector John Luther. Es sobria, podría recordar a algo a Red Riding, y sus crímenes son sádicos y con perspectivas para un público adulto, no es una obra maestra, pero es mejor que cualquier thriller contemporáneo (a excepción de tres rarezas: Shutter Island, The ghost writer y Zodiac), por el resto... mejor Luther.


Regular Show
Serie de animación con guiones absurdos y rememorando los años ochenta y su cultura. Todo un canto a la iconografía del láser y las hombreras y a toda la generación X. Regular Show está destinada a ser obra de culto (auténtico culto y no culto creado por productos de masas como LOST). Es brillante y divertidísima.


Sym-bionic Titan
De Gendy Tartarkovsky, creador de la imprescindible Samurai Jack, da un vuelco de 180º con esta historia de princesas y guerreros de otras galaxias. Recordando a Mazinger Z, Star Wars y gran parte de la esencia de las aventuras del cine postclásicista, Sym-bionic Titan es una de las obras de ciencia ficción a tener en cuenta de la temporada. Su diseño de producción es de los más ricos, y es toda una superproducción en el universo de las series de animación por televisión. Muy grande.


HighSchool of the Death
Tetas, zombies, tetas, zombies... sangre, tetas, zombies, unas braguitas, tetas, tetas, grito, tetas, zombies, zombies, sangre, más sangre y muchas más tetas vistas por muchos más zombies.
Puesta en escena y animación de alto voltaje de la mano de Madhouse Studio, y tetas, sangre y zombies. ¡Genial!


Y esto es todo. Esperemos que el año que viene sea tan bueno como éste que se va, porque hay que reconocer que ha sido un año de mucho nivel.
Fernando Pomares